En el estanque, un diario que comienza como el detallado inventario de la relación entre el poeta y la naturaleza –el cambio que traen las estaciones, las modulaciones del follaje, el vuelo de los pájaros–, pero que se va transformando progresivamente en una crónica sobre el trance de envejecer: un relato íntimo, divertido, impiadoso y al mismo tiempo conmovedor sobre los achaques físicos, los impedimentos del cuerpo y las dificultades de la vida cotidiana. Contra esto, Alvarez se refugia en las palabras, la buena compañía y la natación en las aguas ambarinas y vigorizantes del estanque. Ese sitio que le recuerda que sigue “plenamente vivo”. Una evidencia que no necesitarán quienes se asomen a este libro para conocer –o redescubrir– a un autor vital y cautivante.