Si bien en la actualidad a todo aquel dispuesto a llevar a cabo actos violentos para protestar por el orden de cosas existente se le califica, casi universalmente, de terrorista, hace apenas medio siglo la figura del guerrillero era el símbolo por antonomasia de la lucha para la transformación de la sociedad por la vía armada. Más allá de su éxito específico para tomar el poder en Cuba, la revolución del Che y de Fidel sirvió de inspiración para cientos de movimientos a lo largo y ancho del mundo, la enorme mayoría de los cuales no consiguió su objetivo último. Sin embargo, como muestra todavía la resistencia zapatista en el sureste mexicano, el poder simbólico en el imaginario colectivo puede trascender ampliamente el impacto concreto de la lucha armada.
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