“Intelectual sin ser académica, popular sin ser populista”: de esta manera caracterizaba Mark Fisher la misión de su labor crítica. Su relación con la vida universitaria había sido siempre incomoda, y fue a partir de descubrir el potencial democratizador de los blogs y de utilizarlo como un conducto para el intercambio entre la cultura popular y la teoría que encontró su medio y su voz. k-punk (primero el nombre de su página, luego una especie de identidad digital alternativa, como las de los productores de jungle que tanto amaba) pronto devino el centro y el catalizador de una comunidad de investigadores autodidactas, académicos desencantados y excéntricos de toda clase que saqueaban la obra de pensadores consagrados en busca de herramientas analíticas que eran utilizadas de modo no convencional.