Cuando se publicaron los primeros ensayos de Iain Sinclair sobre Londres, la crítica aplaudió al autor como «el De Quincey de las letras inglesas contemporáneas» y a su obra a la vez como «un clásico instantáneo» y «una guía caleidoscópica de la subcultura londinense». Sinclair ha sido desde entonces considerado uno de los observadores más lúcidos de las mutaciones de esta ciudad de ciudades que, tal como él mismo formula, es más una «ciudad de sedimento» que la imagen fija y retocada de las postales turísticas.