Me gusta ir con un paraguas a recoger a mi padre a la salida del trabajo. Me gusta acurrucarme junto a mi madre para escucharla tocar el piano. También me gusta que entréis cada noche sigilosamente en mi cuarto para darme un beso. Un beso, solo un beso, y me dormiré enseguida…
Woody emprende con su perro Pudin un viaje en un vagón de tren vacío rumbo a casa de su abuelo. Un cambio radical e imprevisto le ha hecho olvidar, pesaroso, muchas de las cosas bonitas de su vida. Solo sus sueños y el variopinto paisaje del trayecto lo animan a seguir esforzándose por crecer recto, hasta que, poco a poco, empieza a recordar.