Para el Zen, el cuerpo no es cárcel del alma. Al contrario, constituye lo vivo, visible y expresivo de toda persona: su anatomía, entendimiento, emoción y lenguaje. Es protagonista supremo y final destinatario del Zen. De ello trata el tomo 3 de esta serie, Zensualidad. Su primera parte revisa, desde la óptica del Zen, la iconografía japonesa típica: la dama de corte, el samurái, el haijin, la geisha, el burgués, el asalariado contemporáneo. Traza una historia japonesa del cuerpo.