La tristeza, la añoranza, la belleza de aquella silueta delgada que teníamos enfrente, ¿de dónde venían si no del hecho de que no era un hombre? Porque nosotros le habíamos llevado a Henia, como una mujer a un hombre, pero él aún no lo era… no era un macho. No era un amo. No era un señor. Y no podía poseer. Nada podía ser suyo, no tenía derecho a nada, era aquel que debe servir y someterse.
Witold Gombrowicz